Mahmud Darwish

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Una nube en mi mano  -  Mahmud Darwish

Han ensillado los caballos

sin saber por qué,

pero han ensillado los caballos en la llanura.


El lugar estaba preparado para su nacimiento: una colina

desde los arrayanes de sus antepasados

se vuelve a Oriente y Occidente.

En los Libros, las hileras de olivos exaltan

las caras visibles del lenguaje

y un humo de lapislázuli adorna este día para

una pregunta que no concierne sino a Dios.

Marzo, niño mimado de los meses.

Marzo carda el algodón sobre los almendros.

Marzo ofrece un banquete de malva en el patio de la iglesia.

Marzo, tierra para la noche de la golondrina,

para una mujer que se dispone a gritar en los desiertos

y habita en los robles.

Un niño nace

y su grito permanece

en las grietas del lugar.


Nos hemos separado en las escaleras de la casa.

Ellos decían:

en mi grito hay una cautela que

no conviene a las plantas aturdidas.

En mi grito hay lluvia. ¿He perjudicado a mis hermanos

cuando he dicho que he visto a los ángeles jugando con el lobo

en el patio de nuestra casa? No recuerdo

sus nombres, su forma de hablar

ni su ligereza al volar.


Mis amigos extienden las alas por la noche y no

dejan ninguna huella tras de sí.

¿Le diré la verdad a mi madre?

Tengo otros hermanos que ponen

una luna en mi balcón

y tejen un manto de margaritas.

Han ensillado los caballos

sin saber por qué,

pero han ensillado los caballos al final de la noche.


Siete espigas bastan para la mesa del verano.

Siete espigas en mis manos. Y en cada espiga

el campo hace crecer un trigal.

Mi padre sacaba el agua de su pozo y le decía:

no te seques. Me daba la mano

para que me viera agrandarme cual verdolaga...

Camino por el brocal del pozo: tengo dos lunas,

una en lo alto

y la otra en el agua, nada... tengo dos lunas

seguras, como sus antepasados, de la verdad

de las leyes... Ellos han fundido el hierro de las espadas,

las rejas de los arados. La espada no puede reparar

lo que el verano ha estropeado, han dicho. Han rezado

mucho tiempo y han cantado sus alabanzas a la naturaleza...

Han ensillado los caballos

para bailar la danza de los caballos

en la noche de plata.


Una nube en mi mano me hiere: no

quiero de la tierra más que

esta tierra: el olor del cardamomo y el tamo

entre mi padre y el caballo.

Una nube en mi mano me ha herido.

No quiero del sol más que

una pepita de naranja

y el oro que fluye de la llamada a la oración.


Han ensillado los caballos,

sin saber por qué,

pero han ensillado los caballos

al final de la noche, y han esperado

a un espectro surgiendo de las grietas del lugar.


Traducción del árabe: María Luisa Prieto