Gonzalo Escudero

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Tatuaje  - Gonzalo Escudero

Este Escorial que llevo adentro.

Angustia mía

en piedra viva.

2.673 ventanas para estrangular a la sombra.

1.200 puertas: 1.200 bocas cuadrangulares sin dientes.

16 patios sitibundos.

9 torres como 9 navajas.

Herrumbre de los metales negros

y de los muertos calcinados.

Y sol, más sol, siempre más sol.

¿Qué se hicieron mis gritos

al morder estos muros?

¿Qué mis luces perdidas?

-tatuajes de la noche verde

en la tiniebla que galopa 

Cohetes ebrios de mil años.

¿En dónde estoy que ya no estoy en mí mismo?

¿Qué enfiladura de oro centellea

en este pleamar de mi vientre?

Grilletes de luciérnagas se anudan en mis manos.

Soy un San Sebastián

con los venablos de los ecos.

Vértice y vórtice.

Columpio en el Maelstrom.

Árbol de resonancias universales

con ramas de alaridos.

¿Por qué los ríos no se levantan como penachos?

¿Por qué los muertos no caminan?

La única arquitectura de infinito es la tierra.

Cúpulas y ábsides de las cordilleras.

Columnares del viento.

Atrios de las estepas.

Y ventanales del océano.

Y el fin sin fin que está en nosotros,

astillas cósmicas de miedo,

insectos mínimos que apagamos los élitros,

alondras ciegas en silencio.

Este Escorial que llevo adentro

no es mío.

En la rada del tiempo

hay un bosque de mástiles de acero.

Alas, olas, hélices.

Funiculares de trombas.

Montañas rusas de arcoíris

para todo los éxodos.

Vamos con todos los muertos

Es necesario no saber nada.

Cuando las alas de los murciélagos

revolotean sobre nosotros

-paraguas contra la lluvia de estrellas

Cuando las uñas de las manos

han crecido siete centímetros

-hojas para matar a los niños-.

Cuando las mujeres orinan como ranas,

mientras nosotros soñamos nuestros libros inmortales.

Atrás, atrás todo.

Aprendamos a dar coces

que todos los perfumes murieron

en las axilas vagabundas.

Venga el tonel del amontillado

para enterrarnos vivos.

Escorpiones en medio de una elipse de fuego.

Este Escorial que llevo adentro.