Emma de Cartosio

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El rostro -   Emma de Cartosio

Y un día la adultez comienza a repetir
inocentemente esa actitud habitual en los niños
echarse de bruces sobre un mapamundi: el césped
o el frío tabernáculo de las baldosas en verano.

Echarse de bruces a mirar tierras y mares,
la liturgia del instinto en las hormigas
o el vegetal santo y seña del misterio sobre el patio.
Echarse de bruces a mirar el acaecer
de los juegos impuestos por Algo o Alguien.

Mirar el espacio, al tiempo con los antiguos
inocentes ojos, mientras el muro de la soledad
reverbera hasta fingir otro cristalino e impenetrable.
De pronto, caen los muros de luz bajo
la imperativa noche de la ternura humana
traída por una piel que echada de bruces, junto
a la nuestra, mira sin ver lo que sin ver miramos.

Manos o raíces, filones o galaxias: mímica
perecedera del Eterno Rostro que nos miró de frente
el día en que nacimos y que de frente y silencio
nos mira cuando el amor nos echa de bruces y amamos.


De: El arenal perdido, 1958