Carlos Juárez Aldazábal

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Hain -  Carlos Juárez Aldazábal

Por este lago he pasado muchas veces,

he tirado mi flecha a la distancia

y recogí el alimento,

primero sorpresa,

más tarde orgullo.

El animal temblaba.

Con su herida llamaba a mi boca

para darme el aliento.

Tiempo atrás,

mis pasos anduvieron

por estas playas,

pero eran otros los pies,

era otro el que estaba

entre los perros

imitando al cazador de cormoranes.

Tiempo atrás,

mi sombra se escondía

con el lobo marino

de la infancia.

Hoy estoy solo.

Un espíritu me acecha

para darme el espanto.

Pero voy a vencerlo.

Muchos espíritus

habitan en la tierra,

mujeres vengativas

con garras espantosas.

Espíritus atroces.

El hain ha comenzado hace dos días,

mis tías ya lloraron la inocencia

y mi madre maldijo a la gran luna

con la pintura roja sobre el pelo;

confiaban en mis fuerzas,

por eso sus plegarias detuvieron los males.

Retorno victorioso al campamento.

El espíritu ha huido como un búho,

y la calma es posible.

Llevo mi presa con el orgullo firme,

dispuestos los oídos para escuchar la historia

en la voz de los hombres,

dispuesto a ser un hombre

con el valor entero,

con el firme coraje de la caza.

En la choza mis pares me reciben

(digo "mis pares" porque ya soy un selk'nam,

porque he dejado los hábitos del juego

para probar la muerte del guanaco)

y palmean mi espalda con aprecio,

y dividen la carne,

y nos sentamos juntos en la ronda.

Después se asustan.

El espíritu me llama,

impaciente y airoso.

Ahora me descarna

con su pico de búho,

alimentando el hambre,

mientras sufro alaridos

de mi propia garganta.


Del libro: "Nadie enduela su voz como plegaria"