Francisco Madariaga

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Rehén de la colina -  Francisco Madariaga

Oh candoroso embriagado entre loros,

entre isletas subiendo hasta el nivel de la colina,

canta en tu boca el canto ardiente de otra boca,

y cuando la sangre sube hasta tus ojos es

porque están quebradas todas las fulguraciones

del sollozo en tu pecho.

Canta, viejo rehén de la colina.

Arde, candoroso de alcohol negro, que con palmas

salvajes tienen hijos que retornan al viento,

al gemido del clima en el olor áspero y cruel

de las arañas del estero,

en aquel paisaje de cristal desprendido del fuego.

Asombra al mundo en un paisaje de enero,

oh demente,

oh luz de la humedad.

Ah colgado sediento de unos ojos,

duerme, duerme bajo la luz del padre al otro

extremo del poder y la delicadeza.

En tus ojos la berlina del viaje amarillo arde

helada.

Beso tras beso el pasajero toca la raya de ácido

caliente del retorno.

Sé piadoso con el otro limite de tu fragilidad,

padre aletargado por el sol,

presión de la locura de una tierra suspendida en

la tela del agua y del fuego.