Arnaldo Calveyra

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Canción del marinero inmigrante -  Arnaldo Calveyra

Vine una, dos veces,
aquí me quedé,
me conquistaron las veredas de Ensenada:
desparejas, era como
caminar en cubierta sobre un mar huracanado

ir perdiendo la memoria
es dejar un día de crear distancia,
ya no ser artefacto del mar

una vez, en una costa del sur,
logré escribir sobre una ola,
y fuimos varios en leerla,
la palabra palabra

por ese entonces era joven
y capaz de apagar un faro con un dedo,
las rocas aullaban escondites,
para las sirenas yo no era un marinero
de un mar cualquiera

me tendía a dormir
y las gaviotas lo borraban al sol
con dos alas,
impresión perpetua
de estarme vistiendo
para una fiesta

pequeña mandrágora de mi bolsillo,
fui yo quien abrazó al mansuela
del que todos se apartaban
en el puerto de Sydney

pero nunca lloré:
una vez que se empieza,
¿qué razones hay para dejar de llorar?

de un tío irlandés
heredé la palabra oblivion,
la encontré entre varios objetos
a mí destinados
a la muerte de ese human being,
amaneceres en hilachas,
días y noches en que el cielo
hiede a rata muerta

América la ofrecida, me digo
mirando el yuyal incesante

morir será
encender una lámpara
en la casa desconocida.