Juan L. Ortiz

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Cantemos, cantemos - Juan L. Ortiz

Sobre el vapor de sangre,

sutil, sutilísimo,

cantemos.

Cantemos y esperemos.

Sobre el azoramiento pálido,

casi fúnebre,

de las orillas de los arroyos,

que se han quedado sin montes,

cantemos.

Sobre la muerte que han embebido

estas colinas,

estas llanuras,

estos montes,

cantemos.

Sobre la tristeza humilde,

profunda,

de estos campos,

a pesar de su gracia,

cantemos.

Con todas las criaturas

y las cosas;

con las criaturas

ligeramente aún agobiadas

-¿por qué sueño de sangre?-

cantemos.

Cantemos con los animales

-ay, los pájaros sin rama

cuando el aire es de pájaros,

celestemente ebrio!-

Cantemos con los animales

y las cosas;

con los animales misteriosos y claros

y las cosas misteriosas y claras;

y las aguas visibles y secretas,

que también esperan,

cantemos.

Cantemos la vida nueva

que espera

a estos hombres

y a estas mujeres silenciosas.

El día armonioso, armonioso,

surgido de húmedas

honduras maceradas

-¿de penas largas

o de humus desconocidos?-

bajo el cielo más ligero.

El día nuevo, palpitando

como un ala en las manos.